¿Por qué tendría que fingir fortaleza? ¿No me vendría así, un golpe tuyo más duro, uno más certero? ¿Por qué mentir, por qué decir que mi soledad no te pertenece? ¿Por qué ocultarme detrás de una sonrisa en medio de la plaza con sol, de rosa y rodeada de muchos amigos?
¿Por qué no mejor dejar todo a un lado y empezar de nuevo? Jugar con las posibilidades, propiciar el momento del encuentro, apoyarlo y empujarlo hacia arriba como se empuja el alma de un elefante para que vaya al cielo con su colección de piedras y pianos. Y si le concedes esa bondad te regalan un silencio, y todo su misterio.
Por eso, ven a mi teatro, recuerda que eres de los personajes más importantes, total, en mi obra somos sólo dos. Auspicia el silencio con tu sonrisa. Ven. Siéntate si quieres del lado en el que no puedo estar, tan triste como las palabras que te escupo cuando me lamento, haciendo de público. Hablándome sin hablar. Desde tan lejos. Abrigándome en tu indulgencia con la pasión y lástima que sólo tú puedes sentir y haz que el corazón sea como una frutilla... Una frutilla de porcelana.
¿Podré acaso, alguna vez, sólo por un momento, dejar de escribir sobre resacas de amores adolescentes?
Cuántas veces he comprado tiritas y cuántas más te invité de nuevo al escenario.
Porque eres un pedacito de utopía, una esperanza...
Ah, y no hables por mí, no me gastes las palabras.
Maldito Benedetti, maldito sea.
"empujarlo hacia arriba como se empuja el alma de un elefante para que vaya al cielo con su colección de piedras y pianos"
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Bravo.
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