«Miel y leche hay debajo de tu lengua...»
Cantar de los Cantares 4:11.
Amo entre instantes.
Y entre tus ojos.
Entre tus labios.
El problema no es pues sino que soy un insignificante, y absurdo, burdo, silencioso libro de biblioteca roído por las ratas; sigilosa tigresa apresada entre rejas, acechando entre sombras, tumbada a cada tercer paso por un tropiezo, tropiezo causado quién sabe si por mí, acaso por ti o por mis palabras. El problema es que tú, tú eres de otras palabras, palabras que no son palabras; no puedo describirte porque caigo en plagio y no puedo contener tu mundo porque se desborda. Si es que se pudiese describir lo que tu rostro expresa, si yo pudiese tan sólo describir cuánta perfección se halla estática en tu forma de fruncir los labios mientras pronuncias una larga eme escondiendo quién sabe qué pensamientos, y todos los sentimientos que moran en aquellos ojos felinos en los que vagamente veo mi reflejo, donde me multiplico y doy más agravio mi pesada existencia; si tan sólo pudiese encerrarte en unas cuantas palabras, o en miles, no importa...
Si pudiera, si pudiera... Pero yo no, no puedo.
En honor a la verdad debo confesar más de una cosa, y es que si no te (d)escribo no sigo, no siento ni vivo. Y antes mejor Jowii muerta que Jowii seca. Y ahora. No sé. Pero vos, escuchame, y escuchame bien: si no me fuese dado el lenguaje ya no tendría siquiera cómo vomitar (aunque con grumos) estos pensamientos que con cada día vienen siendo más dependientes y peor aún, más patéticos.
Y a o la los las mujer que pasa pasaban por entre sobre las los mis calles aledañas en a por su tu sus casas hogar morada chozas es será era siempre nunca jamás la misma mismos que cuantos cuales verás veré cada siempre que entrecierre sus mis los las tus sus ojos en con tu sus mi la soledad.
Metáforas aparte, te necesito.
He dicho.